Javier Muguerza Carpintier

Fecha
Tipo
Larga trayectoria
Javier Muguerza Carpintier

Coín, Málaga, 7 julio 1936 - Torrelodones, Madrid, 10 abril 2019.

Primer director del Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)

Resulta harto significativo que Javier Muguerza  portara en su DNI una fecha de nacimiento tres años posterior a la real: 7 de julio de 1939, en vez del mismo día pero de 1936. Aunque hay quien piensa que lo hacía por la coquetería de quitarse algunos años, otros creemos que había una razón de índole simbólica, como si hubiera preferido nacer una vez terminada la Guerra Civil española y no unos días antes de su comienzo. Nunca pudo conocer a su padre, porque fue fusilado, junto a buena parte de su familia, poco después de su nacimiento, tal como relata Santós Juliá en “Hijos de los vencedores”. Un trauma de semejante naturaleza le hizo abogar siempre por la reconciliación en general y por eso se le ha presentado en el número 265 de Claves de razón práctica como “el filósofo paradigmático de la Transición”, por cuanto su pensamiento supo encarnar en sus ideas el espíritu conciliador que presidió la transición política española.

Su pasión por tender puentes le hizo tenderlos principalmente con Latinoamérica y muy especialmente con México, gracias a su entrañable amistad con Fernando Salmerón. Ambos abogarían por lo que se ha dado en llamar pensar en español y propiciarían los primeros encuentros iberoamericanos que darían lugar a la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, uno de los muchos proyectos que no habría visto la luz sin su empeño e inspiración. A México fue a parar buena parte del exilio filosófico español, entre los que se contaban figuras como la de José Gaos, y este fue otro factor de interés para Muguerza, quien ofició como padrino de Adolfo Sánchez Vázquez en su doctorado honoris causa por la UNED, al igual que lo hiciera por cierto con el propio artífice del presente diccionario, José Ferrater Mora, tan utilizado entre nosotros desde siempre.

Se preciaba del origen vasco de su apellido y por eso la despedida polifónica que se publicó en el número 60 de la revista Isegoría se llama Gero arte, Javier. Ahí se recogen muchos testimonios acerca de su talante personal y de su legado intelectual. Su familia ha donado su archivo con toda clase de documentos, así como sus libros, a la Bibloteca Universitaria de La Laguna (Tenerife), Universidad que dicho sea de paso le otorgó un doctorado honoris causa. Sus manuscritos habrán de ser digitalizados para decantar los que todavía tengan carácter inédito y propiciar una edición de sus obras completas, donde se reúnan igualmente sus múltiples artículos, prólogos, epílogos y reseñas, junto a los textos de sus inolvidables conferencias. Por fortuna el equipo bibliotecario encargado de custodiar esos fondos los trata con una esmerada profesionalidad y sumo cariño.

Tras estudiar en los Colegios del Pilar y Estudio -con Antonio Rodríguez Huescar-, se matriculó en la Universidad Central de Madrid, aquella donde unas décadas antes habían ejercido la docencia nada menos que Manuel García Morente, José Gaos y José Ortega y Gasset. Corría el año 1954 y su primera elección fue Derecho, que al año siguiente cambiaría por la de Filosofía y Letras. Cursados los dos años de Comunes, en 1957 elegiría Filosofía como especialidad. En aquellas aulas coincidiría con Conchita López Noriega, e igualmente con Manuel Francisco Pérez López, que ofició junto a él como ayudante de Metafísica y al que luego reencontraría en su paso por el CSIC, donde ofició como primer Vicedirector en el nuevo Instituto de Filosofía.

Después de participar en la rebelión estudiantil de 1956, un frustrado viaje a Moscú le haría pasar varios meses en la prisión de Carabanchel, tiempo que aprovechó para leer a Kant. La consiguiente retirada del pasaporte determinó que viajase al extranjero mucho menos de lo que hubiera querido, aunque no dejó de visitar Alemania, recalando en Marburgo, como hiciera Ortega en su día para comprender mejor a Kant paseando por las orillas del río Lahn, emulando ambos a Cassirer, Heidegger o Arendt. Cuando las circunstancias fueron propicias para ello, hacia mediados de los ochenta, realizó también una  estancia en los Estados Unidos de Norteamérica.

Ángel González Álvarez ofició como director de la tesis doctoral que consagró a Frege y en 1964 devino ayudante de José Luis L. Aranguren, quien ese curso quedaría separado de su cátedra por encabezar una manifestación estudiantil, junto a otros profesores como Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván. Aranguren marchó a California y sólo fue reintegrado a su cátedra en 1978. Muguerza fue contratado primero por la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en 1965 y en 1968 se integró en la flamante Universidad Autónoma de Madrid. Andando el tiempo, debería haber vuelto a la Complutense como sucesor natural de Aranguren, pero apostaría por la dirección del nuevo Instituto de Filosofía recién creado por el CSIC en 1985.

Su primer destino fue la Universidad de La Laguna, donde Emilio Lledó había izado muy alto el pabellón de la filosofía, por lo que suponía todo un desafío continuar esa labor, como bien supo hacer Muguerza, quien llegó a encabezar una manifestación estudiantil para conseguir que sus alumnos pudieran cursar toda la licenciatura sin salir de Tenerife. Luis Vega y José Francisco Álvarez tuvieron el privilegio de compartir con él aquellos años, de los que datan obras tan relevantes como La concepción analítica de la filosofía (1974) y La razón sin esperanza (1977). La impronta que dejó en aquella Universidad es tan legendaria como la dejada por Emilio Lledó, lo cual no es poca cosa.

Con Lledó coincidiría primero en la Universidad Autónoma de Barcelona y luego en la UNED; en donde Muguerza desarrollaría toda su labor académica desde 1979 hasta 2012 como catedrático de Filosofía Moral y Política, salvo el paréntesis de su paso por el CSIC, donde ofició como el primer director del nuevo Instituto de Filosofía (que acaso debería llevar su nombre) y fundaría la revista Isegoría, de la que ideó su cabecera y fue su primer director, perteneciendo a su Consejo de Redacción desde sus inicios hasta el número 60, es decir, hasta 2019.

La obra de Muguerza no es muy extensa en términos cuantitativos, quizá porque -como suele recordar Concha Roldán- descuidó su propia producción para leernos y citarnos a todos. Pero como ha señalado Jacobo Muñoz su estilo es único y su pluma se mide sin problemas con autores como Unamuno, Ortega o Zambrano. Sus conferencias eran esperadas con auténtica expectación y muy comentadas, porque las escribía con todo esmero como si estuvieran prestas para ser publicadas y en cualquier caso las leía como un poeta declama sus poesías. El auditorio quedaba prendado de su estilo y de sus contenidos, porque ambas cosas eran prácticamente indiscernibles. De ahí que debamos aguardar a la publicación de unas obras completas donde se reúna su dispersa obra publicada cumplimentada por sus inéditos.

A Muguerza le debemos también el haber logrado situar en primera línea la reflexión moral y política, sacándola del oscuro rincón al que le había condenado el franquismo. Nombres como los de Celia Amorós, Victoria Camps, Adela Cortina, Manuel Fraijó, Carlos Thiebaut, Fernando Savater o Amelia Valcárcel testimonian, entre muchos otros menos conocidos, la enorme importancia de su legado intelectual. Su indiscutible prestigio profesional sirvió para respaldar un sinfín de iniciativas académicas caracterizadas por su diversidad -como muestran sus distintos prólogos a títulos tales como v.g. Crítica de la razón ucrónica  o Entre Casandra y Clío. Aunque no supongan una nómina exhaustiva, pueden consultarse las colaboraciones publicadas en los dos homenajes que se le dedicaron por su septuagésimo y octogésimo aniversario, a saber, Disenso e incertidumbre y Diálogos con Javier Muguerza: Paisajes para una exposición virtual. En este último Carlos Gómez y Enrique Bonete brindan sendas panorámicas intelectuales del homenajeado.

Durante su etapa como primer director del IFS-CSIC se propuso convocar a un Consejo Asesor compuesto por cien representantes del gremio filosófico e involucrar al profesorado de secundaria, tener un tercio del personal en plantilla, con dos tercios vinculados por contratos y comisiones de servicio, lanzar la EIAF, fundar Isegoría…

En la dirección del Instituto de Filosofía le sucedieron Manuel Reyes Mate, José María González, Javier Echeverría -quien intentó crear un centro mixto cuando nos hicieron abandonar la simbólica Colina de los Chopos- y Concha Roldán -la actual directora. La Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía fue gestionada por un órgano colegiado, cuyo primer coordinador fue Javier Muguerza, sustituido después por Reyes Mate, cuando era el segundo director del Instituto, mientras que Roberto R. Aramayo pasó a codirigir con Muguerza la revista Isegoría, teniendo durante muchos años a Paco Maseda en la  Secretaría Técnica.

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Por Roberto R. Aramayo (Profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC)